Así viví el ayuno del Ramadán

He decidido acompañar a Otman Aghmir “Oti”, vecino y amigo, y ayunar con él en su primer día de Ramadán. Cuando alguien me preguntan para qué, qué sentido tiene si no soy musulmán, mi respuesta es sencilla: para entender. Aunque solo sea por un día. Esta es mi crónica de un ayuno deseado.

Empezar

Todo comenzó como comienzan siempre estas cosas: en la barra de un bar y por casualidad. El bar es Costimar y la casualidad, una conversación con Otman Aghmir “Oti”, quien trabaja allí como camarero desde hace años. “El jueves empieza el Ramadán. ¿Qué, te animas a hacerlo conmigo?”, me dijo. No le contesté en el momento, pero luego pensé ¿y por qué no? Al día siguiente le mandé un wasap aceptando el ofrecimiento. “Pero solo el primer día”, le dije.

¿Para qué? Es la pregunta que me hacen amigos y familiares cuando les comento mi intención. La respuesta es sencilla: para entender. Lo mismo hago con la comunidad judía y la comunidad ortodoxa de Villanueva de la Cañada. Conocer las costumbres de nuestros vecinos y sus motivaciones es, en mi opinión, la base de toda convivencia. Gracias al rabino Moshe con la comunidad judía es sencillo. Disponen de sinagoga, son un grupo joven y dinámico, están en redes. La comunidad ortodoxa es más cerrada, pero al ser cristianos como yo, los vínculos son más estrechos y las tradiciones, similares.

Cuando me preguntan para qué hago el ayuno del Ramadán si no soy musulmán mi respuesta es sencilla: para entender

Con la musulmana, sin embargo, todo es un misterio. Por supuesto, trato con frecuencia con individuos concretos, pero no hay en el pueblo una comunidad cohesionada. Por no haber no hay ni tan siquiera una mezquita. Para rezar acuden a Villanueva del Pardillo, donde hay una mezquita pequeña; a Brunete, donde hay una mezquita en un sótano; pero sobre todo a Navalcarnero, donde hay una mezquita grande.

Oti es tetuaní. Como también lo fue mi madre y toda mi familia materna. Mis abuelos vivieron en Tetuán casi medio siglo. Mi madre lo hizo hasta abril de 1956, cuando con 17 años tuvo que regresar a la península tras el fin del Protectorado Español en Marruecos.

Que volviese no quiere decir que olvidase. Tetuán y Marruecos quedaron siempre grabados en su memoria. Unas vivencias que transmitió a sus hijos; un vínculo que se vio reforzado con el éxito editorial de una de mis hermanas con un libro ambientado en el Protectorado Español. Son ellas —somos ocho, cuatro hermanos y cuatro hermanas— las que con más asiduidad se dejan caer por allí. Yo lo hago cuando surge la oportunidad. Y me encanta. Ellas volverán en breve, esta vez junto a una de mis tías —tetuaní y nonagenaria— para la celebración del 100 aniversario de la fundación del colegio La Milagrosa, donde ella y mi madre estudiaron de niñas. Pero esa es otra historia. Volvamos al principio.

Decía que Oti es tetuaní, lo que nos une en cierto modo. Oti no bebe, ni fuma ni toma café. Cumple con el ayuno del Ramadán desde hace 25 años. “Es una cuestión mental”, me dice cuando le pregunto cómo lo aguanta. “No es difícil”. La tarde del miércoles 22 de marzo, la jornada previa al inicio del Ramadán, quedé con él. Quería que me explicase los aspectos básicos del ayuno musulmán. Nunca antes he realizado un ayuno total voluntario. Claro que había ayunado antes, incluso más de un día, pero no de manera tan extrema. Nuestra Cuaresma también incluye el ayuno, pero es más selectivo, menos radical.

Oti no bebe, no fuma, no toma café. Por eso el ayuno le cuesta menos. Cumple con el Ramadán desde hace 25 años

Del Ramadán sabía lo justo: que es el mes sagrado de los musulmanes, que cumplen el ayuno a rajatabla desde la salida hasta la puesta del sol, que reponen fuerzas con una suculenta comida nocturna, que acuden a rezar en masa a las mezquitas. En realidad el Ramadán es eso, pero es también algo más. Y estaba a punto de descubrirlo.

Esta es la breve crónica de mi primera —y última— jornada de ayuno del Ramadán 2023.

JULIÁN DUEÑAS

Licenciado en Periodismo y Máster en Escritura Creativa por la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Dirección de Comunicación y Publicidad por ESIC. Profesional con 30 años de experiencia, los últimos 15 de ellos como director de la revista GEO, puesto que simultaneó durante otros cinco años con la dirección de la revista gastronómica BEEF! La publicación fue galardonada con el Premio Nacional de Gastronomía bajo su dirección. Es miembro de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM).

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