El mojón de la calle Real, un viejo testigo caminero con una curiosa historia que contar

Durante cuarenta años estos faros graníticos sirvieron de guía de navegación por nuestras carreteras. Ahora, sin embargo, han sido relegados al olvido y apenas se conservan unos pocos. Muchos han sido víctima del pillaje y la reventa en Internet, otros acaban abandonados en medio de la nada. Algunos municipios demuestran cierta sensibilidad histórica y aún los conservan. En Villanueva de la Cañada tenemos uno.

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Mojón de granito situado en la calle Real de Villanueva de la Cañada. Su estado de conservación, al contrario que en localidades vecinas como Pozuelo, es francamente mejorable. ©Julián Dueñas/YOURHOMETOWN

Cuando el día viene torcido y las ideas se atragantan, salgo a dar un paseo. La mayoría de las veces me acompaña Kipling, pero otras prefiero ir solo. Los beneficios que ofrece un buen paseo al cerebro están acreditados por decenas de publicaciones científicas, pero yo, que soy empirista por naturaleza, lo tengo comprobado con la práctica.

Antes, al sentarme frente al ordenador y ver que no fluían las ideas, me desesperaba. Ahora no insisto. Si no llegan, me levanto y salgo a andar. No falla. Al cabo de un rato las ideas aparecen como por arte de magia. Primero una, luego otra, y así. No sé si será porque el movimiento oxigena el cerebro o, como dicen por ahí, porque las ideas viajan de aquí para allá, como las ondas, y al andar sintonizamos la frecuencia correcta.

El caso es que el día se me hacía bola y no merecía la pena seguir masticándolo. Aun siendo ya de noche, y estando las calles difuminadas por una neblina de cine de serie B, salí andar. Kipling, que me vio ponerme el chaquetón, se enroscó en su cama. Le insistí, y de mala gana porque eso del suelo mojado no le gusta nada, me acompañó.

No fuimos muy lejos porque la noche era triste y húmeda, pero llevaba tiempo queriéndole contar esta historia. Caminamos calle Real arriba, hacia la carretera a Brunete. Antes pasamos por el kiosco, abandonado durante años —y mira que hay una propuesta mía de revitalización sobre la mesa—, y cruzamos por el lugar donde antes estaba la última cabina del municipio, frente a la ermita. Se lo señalo a Kipling porque el lugar al que quiero llevarle alberga el tercero de esos elementos urbanísticos del municipio que van desapareciendo sin que a nadie parezca importarle lo más mínimo. Y si bien este parece que va a durar algo más, poco cuidado se le dispensa, por no decir ninguno.

Mira, le digo. Y le señalo una piedra enorme en medio de la acera. Como al lado hay un banco. Nos sentamos. Y empiezo a contarle la historia de aquel trozo de granito pintarrajeado y olvidado. Le digo que si seguimos así, dentro de 200 o 300 años —o de 50 porque al paso que vamos—, cuando una civilización futura excave los restos de la nuestra y se encuentre sorprendida ante uno de ellos, quizá lo interprete como un símbolo fálico de fertilidad o una tontuná similar. En fin, cosas peores se han visto.

JULIÁN DUEÑAS

Licenciado en Periodismo y Máster en Escritura Creativa por la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Dirección de Comunicación y Publicidad por ESIC. Profesional con 30 años de experiencia, los últimos 15 de ellos como director de la revista GEO, puesto que simultaneó durante otros cinco años con la dirección de la revista gastronómica BEEF! La publicación fue galardonada con el Premio Nacional de Gastronomía bajo su dirección. Es miembro de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM).

2 Comments

  1. Soy nuevo , así que no sé si ya habeis hablado de esto. Me he fijado muchas veces en el mojón, es curioso que siga ahí
    En la guerra civil, sirvió de guía para las muchas tropas que huían de Brunete , de una batalla tremenda ; la única forma de cruzar Villanueva era atravesándola , como indica el mojón.
    Un dato más: por ahí pasó Gerda Taro, fotógrafa y novia de Robert Capa , agarrada a un coche que huía de la batalla.
    Un poco más adelante , entre la rotonda de entrada al pueblo( que no existía ) y la siguiente ,un tanque republicano que huía , frenético, de un caza de Franco , aplastó el coche y a la pobre Gerda .

    • Hola, Enrique, gracias por su comentario. Sí, el tema de Gerda Taro es recurrente en esta población. No está del todo claro el lugar concreto de su muerte, aunque algunas fuentes señalan que la caída del vehículo y su posterior atropello por el tanque podría haber tenido lugar justo donde se suele colocar el árbol de Navidad. Desde aquí he intentado alentar que se utilice su figura para promover actividades culturales y/o periodísticas (jornadas, charlas…) como, por ejemplo, los premios de Periodismo y Fotoperiodismo ´Gerda Taro´ por la igualdad de género que organiza la Asociación de la Prensa de Guadalajara con el patrocinio de la Junta de Castilla-La Mancha. Hasta el momento, sin éxito. Y eso que tenemos el privilegio de contar con un personaje de talla mundial (al menos entre los que nos dedicamos a esto del periodismo).

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