Mientras tanto, se dedica a mil cosas. No para. Tiene claro que, siendo ingeniero, podría encontrar un trabajo de oficina sin mucho esfuerzo, mejor o peor pagado, pero no está en eso.
—No me veo en una oficina trabajando de 9 a 5. No es lo que quiero. Es posible que me metiese en algo de eso, que aprendiera cosas que me inspirasen para luego desarrollar cosas más ambiciosas, pero quedarme quieto no va conmigo. Son los proyectos como «El Bote Amarillo» los que me motivan.
Me intriga el futuro del proyecto. Lamentaría mucho que una iniciativa tan sincera quedase en nada. Por eso le pregunto qué piensa hacer.
—Me he comprometido con la gente que volveré a recogerles el aceite dentro de dos meses. Ese es el compromiso que me hace seguir, que me fuerza un poco. Nadie me obliga a hacerlo, pero cuando lo hago me animo mucho. Ves que la gente responde, algunos hablan contigo, otros te regalan un bizcocho. No sé, a mí esas cosas me llenan. Voy con las manos llenas de aceite, oliendo a la comida de todo el mundo, pero soy feliz. Y cuando terminas, te dices: quiero seguir.
Dejamos el Crumble Café. Mientras caminamos de vuelta a casa —descubrimos que vivimos a poco más de 200 metros el uno del otro—, Marco me confiesa que está lleno de ideas. Desconoce si el recorrido de «El Bote Amarillo» será corto o no, pero es un comienzo, una iniciativa que puede abrir puertas a otras cosas, como un taller de ingeniería donde los chicos del pueblo puedan crear e investigar.
Pero ese es otro proyecto. Luego me cuenta que el pasado verano se subió a una bicicleta y recorrió por carreteras secundarias los más de 2.600 kilómetros que separan Liubliana, en Eslovenia, de Villanueva de la Cañada. Empleó 45 días a una media de unos 60 kilómetros al día. Quería concienciar sobre la necesidad urgente de cuidar el planeta haciendo uso de medios de transporte sostenibles como la bicicleta. Sencillamente, le ilusionaba hacerlo.
Me parece un proyecto interesante. Sé que el aceite usado es un producto complicado de reciclar, tal como ha explicado Marco. Personalmente, he estado acumulando aceite usado porque aprendí a hacer jabón para lavar, siguiendo la tradición de mi abuela. Esta experiencia me llevó a crear jabones cosméticos (con otros aceites, por supuesto) mientras trabajaba, ya que siempre he disfrutado mucho de experimentar y aprender.
Inicialmente, pensé en desarrollar un proyecto de jabones, pero me he dado cuenta de que requiere muchos requisitos para poder comercializarlo, y a menudo me siento sola en este tipo de aventuras. En contraste, Marco cuenta con el apoyo de su familia para emprender, algo que a mí me falta.
Actualmente, me dedico al arte y tengo una gran cantidad de ideas en mente. No sé bien por qué comparto esto, pero el hecho es que tengo un montón de aceite usado listo para reciclar, y el artículo me ha resonado profundamente. Creo que este proyecto merece más apoyo por parte del municipio y también mayor visibilidad para que más personas lo conozcan y se sumen a esta iniciativa.