La sinagoga de Villanueva de la Cañada no parece una sinagoga. Ni por fuera ni por dentro. Fuera no hay una estrella de David ni un cartel donde ponga Comunidad Judía. Dentro tampoco. Lo que sí hay en el interior es una pequeña biblioteca repleta de libros en hebreo, un menorá enorme, de madera, que se utilizó recientemente durante la festividad de Janucá, y un paño negro, a modo de tapiz, con letras hebreas bordadas en oro. Hay también un pequeño letrero, en letras azules sobre fondo blanco, que reconoce la colaboración de la Agencia Judía en la seguridad del local.
En realidad, la sinagoga es menos una sinagoga y más un modesto centro juvenil por donde pasan —todos los días pero especialmente los sábados— decenas de jóvenes judíos, casi todos de origen francés. Por algo el municipio alberga la mayor comunidad de estudiantes hebreos de España. Son casi 500.
El local está en una calle estrecha. Aún así, un chorro de luz atraviesa su enorme cristalera traslúcida este martes de febrero extrañamente primaveral. La sinagoga tiene dos pisos. El de arriba, situado a pie de calle, es una sala grande y alargada donde hay una gran mesa corrida cubierta con un mantel y la pequeña biblioteca. Al fondo, hay una puerta que conduce al piso de abajo. Es un sótano amplio y de techo bajo, reconvertido en zona de juegos. Hay allí un baño sin ventana, una pequeña nevera, una cafetera, una mesa de ping-pong azul, un futbolín nuevo.
El local no fue la primera opción de Moshe. Primero buscó una casa, como suele hacerse en Israel. La encontró, pero apenas duró dos años en ella. Demasiado ruido para unos vecinos acostumbrados a la tranquilidad. No le importó cambiar de local, pero sí los modos en que le «invitaron» a hacerlo.
—Fue algo puntual. Me molesta más cuando las quejas llegan de gente que hace dinero con nosotros.
—¿Por ser judíos?
—Bueno, cuando te dicen «vuelve a tu país, a Israel», sabes que te lo dicen por ser judío. Lo que desconocen es que los chicos no son israelíes sino franceses. Ellos me lo cuentan, y yo les digo que al menos reconocen que Israel es un país. No es poco.
Moshe recuerda una ocasión en la que aparecieron pintadas antijudías por todo el pueblo. Alarmado, hizo algo de ruido en redes sociales. Tanto que recibió una llamada de la policía —no me aclara si local o Guardia Civil— para que acudiera a comisaría. «Pensé que me llamaban para decirme que trataban de solucionarlo, pero no. Me dijeron que la próxima vez lo denunciara directamente a ellos. No querían volver recibir llamadas de sus superiores».
Al margen de estos detalles puntuales, Moshe da la cara por las autoridades locales:
—Dicen más que hacen, pero en general hay un nivel de seguridad alto en Villanueva de la Cañada.