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Moshe Bijaoui, el rabino que llegó de Israel

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El rabino Moshe Bijaoui. ©YOURHOMETOWN

No quería caer en el tópico, pero lo hice. Le pedí a Moshe que llevase puesto algún elemento que lo identificase como rabino para nuestra sesión fotográfica. No le importó. Llegó todo vestido de negro, con su kipá en la cabeza.

—¿Y el gorro de fieltro negro?

—Claro.

Lo fotografié en plena calle, con una sábana blanca detrás para acentuar el contraste. Quise hacerlo con mi móvil, pero me ofreció el suyo, un flamante iPhone 13. Imposible negarse.

—Me lo han regalado los chicos. Hicieron una colecta entre todos y se presentaron con él.

Hay orgullo en su mirada. Orgullo de «padre». Lo es, en cierto modo.

—Hago de padre, de hermano, de amigo…, con cada uno lo que necesite. El domingo sonó el teléfono a las diez de la noche. Llamaban desde una tienda en Málaga. No sé cómo consiguieron mi número. Habían tenido un problema con dos chicos judíos. Decían que el producto que les habían mandado estaba defectuoso, y como no tenían manera de comprobarlo, querían que yo, hombre de fe, de confianza, pudiese confirmarlo. Otras veces son los padres los que llaman. Son edades complicadas, la adolescencia parece que dura ahora más que antes. Me dicen que llevan una semana sin que les cojan el teléfono y quieren saber si todo va bien. Y a Guila le pasa igual con las chicas.

A Moshe no le importan estas llamadas intempestivas. Es su misión y la acepta con gusto. Reconoce que su labor es importante y personalmente le aporta mucho.

—Hay que entender que los chicos están solos en un país extraño.

Mientras hablamos, su teléfono no para de recibir wasaps. Han creado un grupo con la bandera de Israel y España. Me muestra el último. En la imagen aparece un coche rojo con matrícula francesa aparcado en la Universidad. Sobre el polvo hay dibujada una esvástica.

—Ahora voy a recibir el mismo wasap de 20 personas distintas. Me pedirán que lo gestione. ¿Qué hago? ¿Voy a la UAX, a la policía? No puedes hacer nada. Intento inculcarles que no podemos sentirnos víctimas. Pero comprendo su sentimiento. Tienen miedo. Ellos no ven solo una esvástica, van más allá. Anticipan. No podemos olvidar que tenemos una historia. Piensan que si no se frena esto mañana será otra cosa, que les llamarán «perro judío» por la calle y cosas así. Es parte de nuestra vida. Algunos tienen familiares que vivieron el holocausto. Estas actitudes nos unen más.

Para Moshe los chicos son su familia. No sabe qué será de él en el futuro. Está encantando en España, pero dependerá de su comunidad. Vino para dos años y lleva siete. Se siente como en casa. Su familia está perfectamente integrada, sus hijos van a la guardería y al colegio. Se muestra agradecido con las autoridades locales, con la Universidad, pero reconoce que el camino hasta aquí no ha sido fácil.

La aceptación de la comunidad judía no fue natural. Algo, hasta cierto punto, lógico. Apenas quedan comunidades judías en España. Moshe cree, sin embargo, que con su presencia ayudan a superar la ignorancia que existe con respecto a su cultura.

—Al principio no había rechazo, solo curiosidad. No sabían nada de nosotros. Hoy, sin embargo, ya no hay solo curiosidad, también interés. Muchos negocios me preguntan cómo pueden importar productos kosher. Al final no lo hacen porque es difícil y caro, pero su intención es una muestra más de que las cosas han cambiado.

Para bien.

JULIÁN DUEÑAS

Licenciado en Periodismo y Máster en Escritura Creativa por la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Dirección de Comunicación y Publicidad por ESIC. Profesional con 30 años de experiencia, los últimos 15 de ellos como director de la revista GEO, puesto que simultaneó durante otros cinco años con la dirección de la revista gastronómica BEEF! La publicación fue galardonada con el Premio Nacional de Gastronomía bajo su dirección. Es miembro de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM).

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