Y tú, ¿qué harías para devolverle la vida al kiosco de prensa?

En esta segunda parte de nuestro reportaje sobre el kiosco de prensa aportamos nuevas ideas aplicadas en otros lugares de España. Pero también del extranjero. Como Italia, donde el diario Corriere della Sera organizó un concurso entre estudios de arquitectura. ¿Alguien se anima?

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No acabo de hablar con José Manuel cuando llega a mis manos un ejemplar de La Vanguardia con un artículo que llama mi atención. Lo firma Juan Antonio Giner y bajo el titular “Kioscos digitales, una alternativa de futuro” me cuenta la historia del mítico kiosco “Out of Town News”, de Harvard, en Cambridge (Massachusetts).

El kiosco cerró en 2019, pero las protestas de la población fueron tantas y tan altas que al final las autoridades locales buscaron un plan alternativo para preservarlo: lo declararon monumento histórico, anunciando su reconversión en centro cívico y cultural.

Pero más allá del hecho —loable sin duda— de su salvación in extremis, me cautivan las ideas que Giner señala para devolverle la vida. Una de ellas, que entrecomilla como “arma secreta”, sería convertirlo en un kiosco digital donde en pocos minutos se pueden imprimir las últimas ediciones de cualquier periódico del mundo. O encargarla desde nuestro teléfono y pasar a recogerla cuando nos venga bien; o que Amazon nos la envíe a casa igual que hoy nos llega de todo casi al instante. La tecnología no es un problema, porque como bien apunta Giner, hay máquinas que lo hacen en pocos minutos.

Una idea que me cautiva es un kiosco digital donde se imprimen las últimas ediciones.

Kipling me mira incrédulo, con la orejas alerta y sus ojos a punto de salírsele de las cuencas, pero le digo que no es ciencia ficción, que la idea tiene ya su aplicación real. Y le señalo, citando a Giner, el caso de los libros. El ejemplo más conocido es el de la Espresso Book Machine, una máquina patentada por Jason Epstein, antiguo director editorial de Random House y colaborador de New York Review of Books, que funciona en algunas librerías de la ciudad y que anuncia que puede imprimir y encuadernar cualquier título (autorizado, supongo) en menos de cinco minutos.

Un espacio común para los ciudadanos

Pero para ideas la que puso en marcha el periódico italiano Corriere della Sera en 2020, cuando convocó un concurso entre arquitectos de todo el mundo para repensar su red de kioscos. Y no solo en la forma, sino también en su relación con el espacio urbano y los servicios ofrecidos. A él se unieron siete estudios internacionales, entre los que figura el de Benedetta Tagliabue. Italiana residente en Barcelona y autora, entre otras obras, del Parlamento de Escocia o el edificio de Gas Natural Fenosa.

Algunas de las ideas incluyen un minibar, un punto de información urbana y de recogida de paquetes, una zona de descanso, una biblioteca o un almacén de periódicos viejos. Otros, por su parte, prefieren la venta de helados, el aparcamiento de bicicletas, plantas y puntos de recarga de móviles y tabletas. Por supuesto, todos contemplan la exposición de diarios y revistas y espacios donde los ciudadanos puedan leer y compartir.

Kipling se mueve inquieto. Tantas ideas extrañas le abruman y me pregunta sin hacerlo si no habrá algo más cercano, más nuestro, que nos pueda servir de inspiración. Le digo que por supuesto. Y le señalo el caso del Ayuntamiento de Cornellà, que acaba de transformar cuatro antiguos kioscos de prensa en espacios de dinamización ciudadana.

Lo hizo a partir de una consulta entre sus vecinos a través del portal Cornellà Opina. La mayoría de las ideas señalaban actividades relacionadas con el fomento a la lectura, ludotecas, zona de préstamo de libros o de intercambio de objetos.

En 2019 abrieron los dos primeros: uno como espacio de asesoramiento sobre la correcta gestión de los residuos y otro como espacio de actividades para niños. Y en mayo de 2021 lo hizo el tercero como punto informativo de medio ambiente y apoyo gratuito para la autorreparación de aparatos electrónicos e informáticos. Kipling mueve la cabeza como suele hacer cuando algo no le convence. Y yo estoy con él. Estas ideas son sin duda extraordinarias, pero olvidan la verdadera esencia del kiosco, que no es otra que el mantenimiento de la función social de la prensa.

Daniel Serarols, del departamento de Prensa del Ayuntamiento de Cornellà, me facilita amablemente algunos datos sobre cómo ha ido el «experimento». Me cuenta que con la pandemia tuvieron que detener la actividad, y que por eso no hay cifras oficiales que registren un año completo. Pero sí tienen datos semanales. Así, el primer kiosco, dedicado a cuestiones ambientales, recibe una media de 120 visitas semanales. Cuando le pregunto sobre si genera puestos de trabajo, me aclara que el servicio se contrata a una empresa externa, por lo que resulta «relativo» hablar de los empleos que aporta esta iniciativa.

Imagen de uno de los kioscos abiertos en Cornellà. Foto cedida por el Ayuntamiento de Cornellà.

Con todas estas ideas dándome vueltas en la cabeza, le digo a Kipling que es hora de volver a casa, que tanta vuelta alrededor del kiosco está empezando a generar cuchicheos entre los vecinos. Ambos nos marchamos con un sentimiento de culpa, como el que se despide de un enfermo en el hospital.

Las medidas de urgencia para el mantenimiento y reactivación del sector de publicaciones periódicas, que según FANDE supone unos 25.000 empleos, entre distribuidores y puntos de venta, no terminan de llegar. Y los ayuntamientos, como ocurre aquí, no saben muy bien qué hacer con ellos y suelen optar por la vía menos compleja: su eliminación.

Cuando cruzamos la calle Real, Kipling se gira y echa una mirada al kiosco. Como ya he dicho antes es un perro muy sensible y le noto afectado. Yo me giro con él y observo la silueta verde y bella del kiosco. Hago una foto con el móvil. Por si vuelvo una mañana y no está.

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