Villanueva de la Cañada, un pueblo devastado… y reconstruido

En octubre de 1939, al poco de acabar la Guerra Civil, la destrucción del casco urbano de Villanueva de la Cañada superaba el 75 %. Entre 1941 y 1946, el Servicio de Regiones Devastadas proyectó su reconstrucción. Se trataba de construir un pueblo modélico que respondiese a los ideales del nuevo Estado. Una historia con final feliz.

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Una filosofía de construcción sostenible

El sol comienza a filtrarse entre los árboles, y ante el temor de una vuelta a casa acelerada, le digo a Kipling que es hora de pensar en regresar. No quiero hacerlo sin antes esbozarle dos detalles más para que se lleve la imagen completa de la reconstrucción de su pueblo: el del abastecimiento de agua y unas pinceladas someras de la técnica de construcción.

La cuestión del agua me parece interesantísima, por eso, le digo, la dejaremos para otro paseo. Por ahora, basta con que sepa que antes de la guerra las viviendas carecían de agua corriente y alcantarillado (no lo tendrán hasta 1956), y que solo contaban con una red de fuentes y abrevaderos alimentados con el agua de varios pozos. Para que tome conciencia le doy un detalle que le maravilla: para hacer la colada las mujeres del pueblo tenían que ir hasta el llamado “venero de Luis”, situado en lo que hoy es el campo de golf La Dehesa.

En cuanto a la técnica de construcción le digo que ahí podemos presumir de ser unos visionarios y anticiparnos a la sostenibilidad. Kipling abre mucho sus ojos de rana amazónica y parece preguntarse cómo es esto posible. Y yo le explico que la necesidad obligaba a impulsar la independencia de la construcción local, basada en los materiales existentes. Y como aquí no había madera y sí mucho tapial y ladrillo, por la arcilla del terreno, pues eso.

El resultado fue que en vez de recurrir a los entramados de piso y cubierta, los constructores emplearon la bóveda sustentada por pilares de ladrillo como unidad elemental. Eso no solo daba a los edificios gran solidez, sino también un perfecto aislamiento térmico. Puedes verlo, le digo, en la iglesia y en algunos salones del antiguo Ayuntamiento.

Lo del nuevo y el antiguo ayuntamiento le confunde un poco. Por eso, se lo pongo fácil. Le digo que el antiguo edificio de la Alcaldía es el que hoy tiene el reloj y las banderas; y el nuevo, el que está situado a su derecha, ubicado en lo que eran las escuelas.

Antes de emprender el camino a casa echo una última mirada al conjunto y me congratulo de la apuesta de las autoridades municipales por su conservación. He visto lo que ocurre cuando la especulación y el ansia desmedida de crecimiento —necesario, sin duda, pero moderado, controlado e integrado— llegan a un “lugar ideal” y lo que pueden hacer con él.

Fuente: “Villanueva de la Cañada. Breve historia de una reconstrucción”.

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