Así viví el ayuno del Ramadán

He decidido acompañar a Otman Aghmir “Oti”, vecino y amigo, y ayunar con él en su primer día de Ramadán. Cuando alguien me preguntan para qué, qué sentido tiene si no soy musulmán, mi respuesta es sencilla: para entender. Aunque solo sea por un día. Esta es mi crónica de un ayuno deseado.

Empezar

¿Una caña?

Trabajo durante toda la mañana con alguna que otra pequeña interrupción. Durante este tiempo me asaltan las tentaciones en forma de noticias, correos y páginas web. El Comidista de El País me envía su newsletter con unas recetas de rabo de buey a la cerveza, judiones de La Granja y espaguetis a la asesina. Los de Cárnica me dicen que la IGP Morcilla de Burgos se abre hueco en el mercado internacional y Dani García cuenta no se qué de un ingrediente secreto para su tortilla de patatas.

Para ahondar más en la herida, mi mujer prepara un cocido y el olor sube a traición hasta donde yo trabajo. Aún así, me mantengo fuerte y esquivo el hambre.

En realidad no lucho contra el hambre porque no la tengo, sino contra el hábito de comer. Esa es, en mi opinión, la clave. No echo de menos comer, mi cuerpo ni siquiera lo pide todavía, sino contra el hábito mismo de comer. La costumbre. Mi primer momento de verdadera debilidad llega con un wasap que me entra en el teléfono a las 13:14 horas. Es Juanjo Navarro desde el Coworking Villanueva. “¿Una caña?” Aguanto firme. Le digo que estoy de ayuno. “Es verdad”—me dice— “lo leí esta mañana. Me olvidé”.

No lucho contra el hambre porque no tengo, sino contra el hábito mismo de comer, contra la costumbre de hacerlo

En realidad no sé si está probándome o lo olvidó de verdad. Mañana lo averiguaré… con una caña.

A las 13:18 hablo con Oti. Me dice que va a recoger a los niños del cole y después va de compras a Majadahonda. Le pregunto por los rezos, si ha ido a Navalcarnero. Me contesta que sí, que ha estado esta mañana, pero que al estar trabajando no tiene que ir cinco veces. También puede hacerlo desde casa.

A las 14:30 horas mi mujer me dice que comerá sola, para no darme envidia. Agradezco el detalle y sigo trabajando. A las 15:10 hablo con Oti. Hemos quedado para hacer unas fotos en su barbería Otinour, en la calle Luna, 28. Él no quiere salir en las fotos, pero a cambio me ofrece una posibilidad: los chicos que trabajan en la barbería también son marroquíes y musulmanes, de Tánger, y también cumplen con el ayuno del Ramadán. Puedo sacarles a ellos. Le digo que no es lo mismo, que él es el protagonista de esta historia, pero no hay manera. Quedamos a las 17:30 horas.

A las 16:20 horas siento por primera vez en todo el día un ligero hormigueo en el estómago. Mis tripas comienzan a rugir reclamando su alimento. Solo ellas porque yo sigo sin tener hambre.

JULIÁN DUEÑAS

Licenciado en Periodismo y Máster en Escritura Creativa por la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Dirección de Comunicación y Publicidad por ESIC. Profesional con 30 años de experiencia, los últimos 15 de ellos como director de la revista GEO, puesto que simultaneó durante otros cinco años con la dirección de la revista gastronómica BEEF! La publicación fue galardonada con el Premio Nacional de Gastronomía bajo su dirección. Es miembro de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM).

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