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La historia de amor y oscuridad del padre Cristian González

A sus 35 años, el padre Cristian González tiene miedo a pocas cosas. La muerte no es una de ellas. Hace años le dedicó su tesina de seminario y más tarde, durante meses, se paseó cogida de su brazo en el penal de Tocorón, el más difícil y duro de Venezuela. Sin embargo, nunca antes la había sentido tan próxima como la noche de pesadilla en la que fue detenido por la Guardia Nacional Bolivariana en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía Simón Bolívar. Hoy, a salvo en España —ejerce como vicario en la parroquia San Carlos Borromeo de Villanueva de la Cañada (Madrid)—, recuerda aquel incidente no como la noche en la que creyó morir, sino como el día en que empezó a vivir.

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Entre gritos y disparos

A la salida del seminario, el padre Cristian González comenzó los preparativos para ordenarse sacerdote. Primero, como diácono en Villa de Cura; después, tras el llamado del obispo monseñor don Rafael Conde, como diácono de una pequeña parroquia, Nuestra Señora de las Mercedes, en Zamora, un municipio maracayero de 30.000 habitantes. Por último, tras la repentina enfermedad del sacerdote titular, la asunción de sus responsabilidades en el penal de Tocorón, donde pudo refrendar la labor pastoral que demandaba su tesina teológica sobre la muerte durante ocho meses de amor y oscuridad.

La obediencia debida le devuelve al seminario, aquel al que nunca creyó que regresaría, con el cargo de vicerrector y un mandato sugerido: recomponer su maltrecha enseñanza académica. El seminario que encuentra poco tiene que ver con el que recordaba. La asignatura de Filosofía, la que tantas satisfacciones interiores le diera, casi había desaparecido.

Durante dos años se entregó a la ingente tarea de poner orden en el caos y reorganizar los estudios. La Filosofía recuperó el lugar que nunca debía haber perdido y acreditó su estudio como licenciatura por la Universidad Santa Rosa de Lima, en Caracas. Reorganizó la pastoral vocacional de los sábados, consiguió un autobús, viajó a las parroquias en busca de nuevas vocaciones. El seminario recuperó su antigua vida y su razón de ser.

Finalmente, un 22 de febrero de 2014, el padre Cristian González se ordenó sacerdote. La alegría familiar fue inmensa. Tanto que obró el milagro: su abuela —desde entonces le trata de usted—, su madre, su hermano, nada practicantes, regresan a la Iglesia con asiduidad. La catedral de San José de Maracay, levantada en el siglo XVII, se engalana para la ocasión. El entorno luce espléndido. Las avenidas Bolívar y Mariño, en pleno centro de la ciudad, bullen con el gentío. Decenas de autobuses llegados de Villa de Cura asisten entusiastas al espectáculo. No quieren perderse la ordenación de su sacerdote.

Las puertas de la catedral se cierran de improviso. Fuera suenan disparos. Se oyen gritos y carreras. La olla a presión que es el país entero revienta con un estallido de violencia social.

Pero muchos lo harán, sin embargo. Al comenzar la misa, las puertas de la catedral se cierran de improviso encerrando a los presentes. Fuera suenan disparos. Se oyen gritos y carreras. El nerviosismo cunde en el templo. La olla a presión que es el país entero ha reventado con un estallido de violencia social tras la detención, apenas cuatro días antes, del opositor Leopoldo López. La ceremonia prosigue a su ritmo pero la recepción posterior se cancela. “Me marché como pude, metido en la parte posterior de un coche. Regresé al seminario y me eché la siesta. No había nada más que hacer”, recuerda.

Días después, en la celebración de su primera misa de domingo, la vida le devuelve lo que días atrás le negó. El padre Cristian González recuerda su entrada triunfal en Villa de Cura como una película. Conduciendo el coche negro y grande del seminario recorre las calles, engalanadas para la ocasión con globos de colores y guirnaldas de fiesta. Observa sorprendido el gentío enfervorecido a ambos lados de la avenida, vistiendo camisetas con su rostro impreso en ellas. Hay actividades culturales en las esquinas. El pueblo, entusiasta, necesitado de alegrías, vive la ordenación de su segundo sacerdote en toda su historia como un acontecimiento supremo. A la puerta de la iglesia lo reciben los amigos, los antiguos profesores, las autoridades locales. Hay besamanos, comida para todo el pueblo, suena música de banda. Hay alegría, mucha alegría. “Me sentí como Jesucristo entrando a Jerusalén. Faltaban los ramos”, bromea.

Tras el baño de multitudes el padre Cristian González regresa a sus obligaciones pastorales como vicerrector. Hoy, cuando le pregunto por ello, no me sabe decir el porqué, pero recuerda que ya entonces anidaba en él una sensación como de fin de etapa y germinaba con el impulso irracional de una obsesión el deseo creciente de venir a España. Lo que no sabía es que ese momento llegaría antes de lo esperado.


JULIÁN DUEÑAS

Licenciado en Periodismo y Máster en Escritura Creativa por la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Dirección de Comunicación y Publicidad por ESIC. Profesional con 30 años de experiencia, los últimos 15 de ellos como director de la revista GEO, puesto que simultaneó durante otros cinco años con la dirección de la revista gastronómica BEEF! La publicación fue galardonada con el Premio Nacional de Gastronomía bajo su dirección. Es miembro de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM).

4 Comments

  1. Yo conozco a Cristian no dudo de su persona y su sacedocio una gran persona y muy especial para mí.

  2. Pater eres un siervo del Amor del Señor, y ee Amor te ilumina a ti y a los qué te conocemos y queremos.
    Cuidate amigo.

  3. Buenos días, hace tempo que leí esta pequeña biografía del Padre Cristian y tenía que comentar algo sobre ella. En realidad sobre él. Para mi el Padre Cristian es una persona llena de bondad, que tiene a Dios siempre con él y luego es muy divertido y un gran amigo. Me ha ayudado en los peores momentos de mi vida y le estaré siempre muy agradecido. Es mi cura favorito

  4. Nosotros, desde Cadalso estamos empezando a conocerle, pero estoy segura que ha cambiado el corazón de muchas personas de nuestro pueblo, para bien y que su labor acaba de comenzar. Solo dar gracias a Dios por habernos traído otro ángel del cielo!

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