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Federico Corasaniti, el hombre que sostuvo en sus manos el corazón de Maradona

Al cumplirse dos años de la muerte del astro argentino Diego Armando Maradona y en plena euforia del Mundial de Qatar, hablo con el médico forense que le realizó la autopsia. Después de unas horas con él, no sé si esta historia le cambió la vida o ya quería cambiarla de antes. Lo que sí sé es que ha sido diferente. Tanto que 18 meses después abandonó su oficio, agarró a su familia y vino a Villanueva de la Cañada para abrir un café-bar donde sirve desayunos a dos euros, milanesas con papas fritas y cócteles Moscow Mule.

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Fui pensando en contar una historia pequeña y me encontré con una gigante. De esas que impactan. Por ilógica. Por inesperada. Por imposible. De las que llaman la atención de la gente y te devuelven la ilusión por el oficio. Un scoop lo llaman. Un tesoro. Una joya. Un regalo. Porque si las primicias son escasas en el panorama mediático nacional, en el local sencillamente no existen. O muy rara vez.

Se llama Federico Corasaniti y es argentino. También es médico forense. Y médico de familia. Y especialista en Emergentología y Medicina legal. Y jefe del cuerpo médico forense del Departamento Judicial de San Isidro. Y director de Emergencias del Hospital Central de San Isidro. Y docente de la Universidad de San Isidro y de la Universidad de Buenos Aires. Pero por encima de todo es el profesional que realizó la autopsia a Diego Armando Maradona.

Hoy, a sus 45 años, Federico Corasaniti sigue siendo argentino. También el forense que hizo la autopsia a Maradona. Lo demás ya no.

Después de hablar unas horas con él aún no tengo claro si esta historia le cambió la vida o ya quería cambiarla de antes. Lo que sí sé es que desde el momento en que descolgó el teléfono de su despacho como jefe de Emergencias del hospital de San Isidro y contestó aquella llamada a las 12:30 horas de la mañana del 25 de noviembre de 2020, todo fue diferente. Tanto como para que 18 meses después abandonara el oficio al que debía su posición y su prestigio, agarrara a su mujer y a su hija, dejara atrás su casa, sus hermanos y sus amigos, se subiese a un avión y recalara casi por casualidad en un pequeño pueblo de España para abrir con su familia un café-bar donde sirve desayunos a dos euros, milanesas con papas fritas y cócteles Moscow Mule.

Había perseguido la historia sin saber entonces que era una historia. La apertura de un café-bar por una familia argentina recién llegada al municipio era para mí una nota. No más. Y ni siquiera de las más importantes en un día de cementerios inundados de flores y añoranza de difuntos.

Durante días había visitado el local en obras situado en la esquina de las calles Olvido y Colón sin decidirme a entrar. Solo por ver el avance de los trabajos. Es parte de mi día a día. Andar. Mirar. Contar. El martes 1 de noviembre, sin embargo, entré y pregunté. “Mañana abrimos”, me respondió una mujer morena de mediana edad y sonrisa sincera. La mujer era y es Carolina Petrarca. Argentina también. También mujer de Federico Corasaniti, pero entonces no lo sabía.

Soy periodista —le dije—, me gustaría hablar con usted y que me cuente sobre el nuevo local.

Me extrañó que no se extrañase, porque es algo que todavía me pasa en un pueblo con dos universidades, un campo de golf, un parque acuático, tres hípicas, dos iglesias, tres cementerios, seis supermercados y ningún periódico. No tuve que mostrar mi carnet de prensa ni hablar de dónde lo publicaría ni vencer susceptibilidades ni esquivar miradas torcidas.

—Dame unos días que esto está siendo una locura.

Volví una semana después. La locura seguía siendo locura. Trajín en la barra y en la cocina. Ir y venir de vasos y platos. Felicitaciones de amigos, vecinos y clientes.

—Hablá con él —me dijo una Carolina desbordada señalándome una persona—, además tiene un punto literario. Te va a gustar.

Presentación rápida. Piensa que soy un proveedor. Le aclaro. Nos damos la mano. Salimos fuera. Nos sentamos frente a una mesa alta con taburetes. La única que hay en el exterior a la espera del permiso municipal que le permita montar una terraza. Ya tiene comprado el mobiliario. Es bajo de estatura, de cuerpo recio, voz lenta y pausada, de tono bajo. Viste gorra bolchevique de pana negra y delantal de cocinero que, sabiendo ahora lo que sé, bien podría haber sido de forense. Lleva una barba tupida, entrecana, con dos trencitas que terminan en unas figuras hipnóticas de las que no puedo apartar la vista. Le amarillea el bigote de fumador asiduo.

Le coloco un pequeño micrófono. “Dale, ya me grabaron antes” —me dice. ¿Cuándo? ¿Dónde? No pregunto. Activo el móvil. Grabo. Cuéntame tu historia, le digo, sin saber lo que se me viene encima.

—Yo soy Federico Corasaniti y ella es Carolina Petrarca. Los dos argentinos. Este, ¿por qué vinimos? Mirá, es una historia mía. Caro y yo somos médicos. Los dos. Ella es médica pediatra y psiquiatra infantil. Yo soy médico de Familia, especialista en Emergentología y médico forense especialista en Medicina Legal. Te cuento esto porque en realidad es relevante. Antes de venir acá era el jefe del cuerpo médico forense del departamento judicial San Isidro y director de Emergencias del Hospital Central de San Isidro, un municipio en la zona norte de Buenos Aires con 350.000 habitantes el hospital, pero con un departamento judicial de más de tres millones de personas. Y ahora vas a flipar: me tocó hacer la autopsia a Diego Maradona. ¿A que no lo esperabas?


JULIÁN DUEÑAS

Licenciado en Periodismo y Máster en Escritura Creativa por la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Dirección de Comunicación y Publicidad por ESIC. Profesional con 30 años de experiencia, los últimos 15 de ellos como director de la revista GEO, puesto que simultaneó durante otros cinco años con la dirección de la revista gastronómica BEEF! La publicación fue galardonada con el Premio Nacional de Gastronomía bajo su dirección. Es miembro de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM).

7 Comments

  1. Conozco a Fede y a Caro ,hace años . Fede tuvo casos emblemáticos y en autopistas que fueron cruciales para definir desde un asesinato,hasta clarificar un accidente. Cómo diríamos en Argentina un profesional elite . Caro fue la pediatra de uno de mis hijos ….. Para los que estamos en nuestra tierra fue una gran sorpresa la decisión que tomaron y lo digo desde un círculo muy íntimo. Las oportunidades y los frutos de aquellos que lo han dejado todo a nivel profesional y como persona ,hoy por hoy es una asignatura pendiente en nuestro bendito país . Hace que aquellos que tengan la oportunidad de probar aires nuevos ,le dé un sentido a la vida .

    Si llegas a tener la oportunidad de volver a verlos , porfavor diles que desde el fin del mundo,en un lugar llamado Don Torcuato,partido de Tigre , Buenos Aires, Argentina.
    Emiliano Salas pudo leer su historia.

    Abrazo gigante

  2. Julian, hacia tiempo que no leia algo como a mi gusta. Me ha fascinado la forma de contar la historia, ampliamente descriptiva, jugando a la rayuela en la frontera de la informacion y la narrativa. He viajado por un ratito a un policial el cual confidente de gafas oscuras y casi proscrito revela datos a un periodista que busca su Watergate. Gracias y felicitaciones!

  3. Estimado Julián! Que profunda esa descripción de ese ser humano tan cálido como lo es Federico. Hombre de gran corazón, compañero, siempre con las palabras justas. Tambien he tenido el placer de trabajar con él. Era un gusto para mí aprender desde su conocimiento. Cómo decimos en Argentina, es un crack! Caro, muy amable las veces que la traté. A muchos nos dió tristeza absoluta cuando supimos que emprenderia nuevos aires. Fue su decisión. Nadie lo aceptaba, bajo ningún punto de vista que él nos dejara casi desolados. En fin. Quedé apenada pero feliz por saber que él y su familia están bien. Dile por favor Julián, que aquí se lo extraña a horrores . Envíale de mi parte, Flavia y de mi hija Sofía, que vivirá en nuestros corazones eternamente. Y tú, un periodista de la hostia. Mil felicitaciones por la entrevista.

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